Un informe elaborado por la cossultora especializada AlixPartners asegura que la capacidad mundial para producir baterías será tres veces superior a la demanda real en 2030, y aventura que en Norteamérica el desfase será aún mayor, ya que la capacidad podría cuadruplicarse si todos los proyectos anunciados entran en funcionamiento.
Según los datos de la consultora, hay fabricantes y proveedores que ya están reaccionando, como es el caso de Ford, que trabaja en una planta de 5.800 millones de dólares en Kentucky, pero ha reducido su capacidad planificada un 35 %”.
General Motors también estaría ajustando el paso en este sentido, y en EEUU, ha anunciado el despido de 1.550 trabajadores en las plantas que opera con LG Energy Solution en Ohio y Tennessee. Esta compañía habla de “una adopción del coche eléctrico más lenta de lo previsto” y de un entorno regulatorio que cambia de rumbo según el gobierno.
Por otra parte, Panasonic, uno de los proveedores clave de Tesla, sigue sin poner fecha a la producción a gran escala en la fábrica que inauguró en Kansas el pasado julio. La marca esperaba alcanzar ese nivel antes de 2026, pero la bajada en la demanda por parte de Tesla le ha obligado a rebajar expectativas. En el lado más duro del ajuste, T1 Energy ha cancelado directamente su proyecto de planta en Georgia.
A todo esto se suma que en EEUU, la administración Trump ha retirado el crédito fiscal de 7.500 dólares para la compra de coches eléctricos, y pretende relajar los estándares ambientales. La consecuencia es una demanda más débil, justo cuando el sector había planificado inversiones históricas pensando en lo contrario.
Ya en el viejo continente, Northvolt, uno de los fabricantes europeos de baterías de coche eléctrico llamados a competir con China, se declaraba en quiebra en marzo tras perder apoyos financieros y enfrentarse a un mercado menos dinámico, y a deudas estratosféricas. La caída de esta compañía muestra hasta qué punto la retirada de incentivos puede cambiar el mapa en cuestión de meses.
Mientras tanto, China mantiene su dominio en este sector, y controla alrededor del 70 % del mercado mundial de baterías, y sigue ampliando su capacidad.
Para EEUU y Europa, esto significa competir con un gigante que avanza más rápido, con costes más bajos y sin el peso de una burbuja creada por expectativas infladas.
La gran pregunta ahora es si el mercado del coche eléctrico acelerará lo suficiente para absorber la capacidad ya construida y prevista o si la industria tendrá que asumir un exceso de baterías que difícilmente serán rentables.
