La Unión Europea pierde posiciones en el mercado del coche eléctrico

La Unión Europea pierde posiciones en el mercado del coche eléctrico

Un informe elaborado por el Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS), con el respaldo de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA), ha puesto sobre la mesa la dura realidad que acecha al sector en Europa, concluyendo que la transición hacia el coche eléctrico requiere una transformación “profunda y dolorosa” de las actuales cadenas de suministro, que afectan tanto a los costes como a la mano de obra.

 

El panorama dibujado por este trabajo es preocupante, hasta el punto de que según concluye, la industria europea del automóvil podría perder gran parte de su valor añadido, pasando del 90 % actual en los vehículos de combustión interna a apenas el 70 % en los eléctricos.

El documento señala que la UE se enfrenta a una encrucijada crítica debido a la falta de infraestructura de carga, los elevados costes de los coches eléctricos y la creciente desconfianza del consumidor, que frenan la adopción masiva de esta tecnología.

Mientras tanto, la edad media de los vehículos en circulación sigue aumentando, lo cual supone un síntoma claro de estancamiento.

El informe también destapa algunos datos alarmantes, como que los coches eléctricos son, por ahora, mucho más caros de fabricar, y para mantener los precios actuales, los vehículos de combustión deberían alcanzar un precio medio de unos 45.000 euros, cuando la disposición real de pago del comprador medio apenas ronda los 20.000 euros.

Esta brecha amenaza con frenar en seco la adopción masiva del coche eléctrico, a lo que hay que sumar la creciente dependencia exterior, habida cuenta de que Europa sigue amarrada a Asia, y especialmente a China, para el suministro de baterías.

De esta manera, según el informe, la Unión Europea necesitaría inyectar nada menos que 42.000 millones de euros al año hasta 2030 para construir una industria de baterías autosuficiente con la que evitar un colapso estratégico en su cadena de suministro.

Además, la infraestructura de carga tampoco ofrece respiro, y para que el coche eléctrico sea una opción viable para las masas, Europa necesita invertir nada menos que 172.000 millones de euros de aquí a 2030.

A todo esto hay que unir que los interminables trámites administrativos, los retrasos en la concesión de permisos y los cuellos de botella en la conexión a la red eléctrica están lastrando un despliegue que ya va con años de retraso... y mientras tanto, el empleo sigue pendiendo de un hilo.

Si bien una adecuada expansión del coche eléctrico podría crear nuevas oportunidades, la pérdida de puestos asociados a la fabricación de motores de combustión amenaza con provocar un terremoto laboral. En este sentido, el informe no oculta la preocupación relacionada con el hecho de que la reconversión profesional será imprescindible, aunque nadie puede garantizar que el resultado sea favorable para todos.

Así las cosas, lo que muchos contemplaban como una transición ecológica ejemplar, empieza a mostrar una cara algo más amarga, por lo que Europa corre el riesgo de desencadenar una crisis industrial en este ámbito sin precedentes.

El caso es que el sector automovilístico debe reinventarse, abaratar costes, construir infraestructuras y reciclar a miles de trabajadores antes de que sea demasiado tarde, y Europa podría no estar preparada del todo para eso y, según advierten los expertos, “podría estar al borde del abismo automovilístico”.

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